miércoles, 15 de octubre de 2008


HISTORIA Y ORIGEN DEL TAROT


Una baraja de Tarot se compone de un total de 78 cartas, divididas en 3 grupos: 22 Arcanos Mayores, 40 Arcanos Menores, distribuidos en 4 series de 10, los llamados palos, y 16 honores o figuras, compuestas por los Pajes, Reinas, Reyes y Caballeros de los 4 palos.Estas tres secciones, aunque distintas, poseen una unidad de contenido puesto que es posible encontrar numerosas relaciones simbólicas entre todas las cartas.
Entrar en contacto con el Tarot es entrar en contacto con nuestro propio inconsciente, un mundo mágico y maravilloso con el que podremos descubrir los mensajes o indicaciones que nuestra propia alma a través del inconsciente nos quiere transmitir.
El Tarot utiliza un lenguaje simbólico, de ahí, la importancia en conocer todos los detalles de cada carta y la necesidad de contar con una baraja que contenga todos los símbolos necesarios para una correcta interpretación. A través del Tarot podemos realizar la misma labor que haría un analista de sueños, ya que el proceso es muy similar, en la base de interpretación. La ley de la sincronicidad, las analogías, correspondencias y asociaciones de ideas están contenidas en la estructura con la que está creado el juego.
Convertirse en un buen intérprete de Tarot exige años de estudio y práctica, pero las mismas cartas se convierten con el tiempo en el maestro verdadero, ya que desarrollan la intuición y nos enseñan sus secretos a través de la misma práctica.
Muchas fábulas se han contado acerca del origen del Tarot: una de las más extendidas es su pretendido origen egipcio. Idea que surgió a partir de Court de Gebelin, estudioso del Tarot, quien en 1.781 explicó que había tenido un sueño en el que se encontraba en el templo de la esfinge, en Egipto, rodeado de la cartas del Tarot pintadas en las paredes. A partir de ahí surgió la idea que tal sueño correspondía a un templo real y dio lugar a que se inventase en el siglo XIX el llamado “tarot egipcio”, invento moderno que no guarda correspondencia alguna con la verdadera tradición iniciática.
El pretendido origen egipcio del Tarot jamás ha podido ser comprobado puesto que ningún vestigio arqueológico en Egipto recuerda ni remotamente siquiera la posible existencia de tal juego.
Otra teoría dice que fueron los gitanos sus inventores. Tal afirmación carece de rigor histórico, dado que es sabido que en siglo XIV existen ya varias referencias en Europa al juego de “naips” o cartas. Los gitanos no habían llegado todavía a Europa en dicha fecha.
Por último otra afirmación aun más fantástica es la que lo sitúa en la ciudad marroquí de Fez, donde en el año 200 se habrían reunido sabios de todo el mundo con el fin expreso de transmitir un conocimiento a la posteridad…
En realidad, los Tarots más antiguos que conocemos corresponden a Italia (Visconti Sforza. S.XVI) y Francia (Gringoneur, comienzos siglo XVI, Noblet, s.XVII, Vieville, s.XVII).
Sin embargo, es a partir del siglo XVIII cuando comienzan a aparecer, con el Tarot Dodal del año 1.701 los Tarots de Marsella que nosotros conocemos actualmente. Ese siglo fue una época de abundante creación de diferentes imágenes y en ellas podemos encontrar el patrón que ha llegado hasta nuestros días. El Tarot de Marsella se ha convertido, así, en el más universal. Su verdadero origen hay que buscarlo en las fuentes históricas y referencias indirectas de la Edad Media, ya que no se ha conservado ninguna muestra de un juego más allá del siglo XVI.
Diversos estudiosos dan la fecha del siglo XIII como la más probable del nacimiento de este juego que con el tiempo ha ido sufriendo numerosas transformaciones pero conservando siempre sus ideas y modelo básico.
Por otra parte el hecho de que el Tarot fuera usado en el siglo XIV por determinadas comunidades de monjes cristianos, como los casinitas en Francia, nos da la pista que en su origen el sentido de las láminas no era la adivinación sino una forma de mostrar un conocimiento espiritual y cristiano, una manera de meditar o reflexionar en el camino de la vida espiritual.
Así se explica que la Iglesia católica prohibiera en el siglo XIV el uso del Tarot en las comunidades monásticas por considerarlo “herejía”. Interesante palabra, ya que el Tarot no fue prohibido por “brujería, superstición o hechicería” que hubiera sido lo normal, caso de haberlo usado los brujos, sino por “herejía” y esta palabra revela que el sentido de la prohibición fue que era considerado un sistema filosófico o un intento de explicar las verdades del espíritu, pero al margen del dogma oficial de la Iglesia católica
Es decir, en la prohibición hay al mismo tiempo un reconocimiento del profundo contenido filosófico que el Tarot contiene.

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